La Lombriz y El Ciempiés.
En el mundo de los insectos, había un ciempiés muy orgulloso de sus patitas, se pasaba recorriendo cada día toda la colina donde vivía.
A los demás insectos les decía que la madre naturaleza le había dotado de tal cantidad de pies porque era el mejor insecto de todos y se merecía todas las cosas del mundo.
Un día se topó con una pequeña lombriz que estaba haciendo un caminito bajo la tierra y se rió de ella por no tener ni un solo piececito.
La lombriz no le hizo ni caso y siguió su camino esforzándose como acostumbraba.
A la mañana siguiente , en su ruta diaria, el ciempiés volvió a encontrarse a la lobriz y le dijo:
-Qué mala has debido de ser a lo largo de tu vida para que la naturaleza no te diera ni un solo pie, solo vales de comida para los pájaros- Y se marchó riéndose.
La pequeña lombriz se entristeció pero siguió haciendo su trabajo en la tierra.
Por tercera vez, el ciempiés se cruzó con la lombriz y se volvió a burlar:
- ¡Lombriz fea! ¡sin patas ni antenas!
La lombriz al fin le contestó:
- Ciempiés burlón, ¿ Qué te he hecho yo?
- A mí nada pero si quieres que te deje en paz tendrás que competir conmigo en una carrera. Hay que cruzar la colina y volver al punto donde estamos ahora.
- De acuerdo ciempiés malo pero si te gano me dejarás en paz de una vez que yo no te he hecho nada y trato de quererme sin mis pies.
Sin avisar, el ciempiés se dispuso a correr coordinando sus cien patitas y la pobre lombriz, sin ventaja hizo lo que pudo y se metió en la tierra.
Como ya llevaba tres días haciendo túneles le fue muy fácil cruzar la colina pero aún así el ciempiés iba mucho más rápido.
Al cabo de un tiempo de carrera el ciempiés que era muy competitivo, quiso correr más rápido aún pero una de sus patitas se dobló y tropezó, y tropezó y tropezó y tropezó...
La lombriz, mientras tanto, siguió su camino de manera constante y al llegar de nuevo al punto de partida vio que el ciempiés aún no había llegado y se alegró muchísimo porque había ganado la carrera y ¡sin ninguna patita!
Al cabo de un rato llegó el orgulloso ciempiés cojeando y le dijo a la lombriz:
- Me has ganado la carrera, me has demostrado que las lombrices no son peores que los ciempiés, lo siento mucho, no me voy a volver a burlar de ti nunca más.
- Querido ciempiés, no es mejor ni más feliz quien más pies tiene sino quien menos los necesita.
Fin.
Yael Olías.
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